
En la vieja ciudad todos conocen la historia de él, cada casa, cada mujer, cada niño guarda en su interior un recuerdo de aquel relato que alguna vez le contaron.
Su rostro moreno, su sonrisa escondida, sosegada, llevaba el hábito y hacía de su vida un boomerang.
Su cara, su manera de andar, sus pasos lo delataban, no era uno más.
Toda su vida fue una eterna búsqueda, de aquel lugar al que nunca antes un hombre como él había podido llegar. Un tesoro el cual él quería conquistar. A pesar de los años, de su impaciencia, nunca había cancelado su búsqueda.
Recorrió mares, atravesó tormentas, pensando que quizás alguna lo guiaría correctamente, su corazón palpitaba cada vez mas fuerte a medida que se iba acercando, veía todo a través de una suave brisa que le causaba escalofríos, pero todo se cortaba en un punto, un pequeño lujoso vacío, cuando pisaba tierra firma, o eso creía; alguna isla donde los mango y plátanos reflejaban su belleza a través del sol, como un cristal entre medio de granos de café. Y así, emprendía su viaje nuevamente, sin saber en ese momento cual sería su rumbo.
Solía ver del mundo algo extraño, algo nuevo, algo que antes no existía, el cual no podía ser mostrado, pero si enseñado, y por él, aprendido.
Optó por dejar atrás esa brújula la cual marcaba siempre el mismo rumbo, que lo encaminaba correctamente pero con islas de por medio y luego desdibujaban su andar. Tal vez ese era el camino mas rápido, el mas claro, y no había sabido llegar, utilizarlo correctamente, o simplemente no supo leer las señales que el propio mar le solía mostrar.
Su destino está claro que siempre fue el mismo, que la cruz en el mapa estaba bien ubicada, solo debía emprender la búsqueda en su propio camino, ese camino que solo le podían enseñar las estrellas.
Con ese recorrido en verdad aprendió a mirar y sonreír, sentarse y caminar tan libremente, con tanta veneración, tan escondido, abierto, adulto, infantil y misterioso a la vez.
Había comprendido que su ruta siempre estuvo penetrada en lo mas interior de su propio ser. Aprendió que con el pasar de los años se conoce mejor los mares, se aprende del silencio, de las ondas del agua, de las señales del mar, que ese camino que no era el mas fácil, pero era el que realmente lo llevaría a destino, al encuentro de ese tesoro que no tenia monedas de oro y plata en su interior, ni mucho menos brillantes, solo tenia 4 piedras preciosas, y en cada una de ellas grabada una letra, la A, la M, la O y la R. Su destino estaba marcado, había dejado de ser un pirata
Su rostro moreno, su sonrisa escondida, sosegada, llevaba el hábito y hacía de su vida un boomerang.
Su cara, su manera de andar, sus pasos lo delataban, no era uno más.
Toda su vida fue una eterna búsqueda, de aquel lugar al que nunca antes un hombre como él había podido llegar. Un tesoro el cual él quería conquistar. A pesar de los años, de su impaciencia, nunca había cancelado su búsqueda.
Recorrió mares, atravesó tormentas, pensando que quizás alguna lo guiaría correctamente, su corazón palpitaba cada vez mas fuerte a medida que se iba acercando, veía todo a través de una suave brisa que le causaba escalofríos, pero todo se cortaba en un punto, un pequeño lujoso vacío, cuando pisaba tierra firma, o eso creía; alguna isla donde los mango y plátanos reflejaban su belleza a través del sol, como un cristal entre medio de granos de café. Y así, emprendía su viaje nuevamente, sin saber en ese momento cual sería su rumbo.
Solía ver del mundo algo extraño, algo nuevo, algo que antes no existía, el cual no podía ser mostrado, pero si enseñado, y por él, aprendido.
Optó por dejar atrás esa brújula la cual marcaba siempre el mismo rumbo, que lo encaminaba correctamente pero con islas de por medio y luego desdibujaban su andar. Tal vez ese era el camino mas rápido, el mas claro, y no había sabido llegar, utilizarlo correctamente, o simplemente no supo leer las señales que el propio mar le solía mostrar.
Su destino está claro que siempre fue el mismo, que la cruz en el mapa estaba bien ubicada, solo debía emprender la búsqueda en su propio camino, ese camino que solo le podían enseñar las estrellas.
Con ese recorrido en verdad aprendió a mirar y sonreír, sentarse y caminar tan libremente, con tanta veneración, tan escondido, abierto, adulto, infantil y misterioso a la vez.
Había comprendido que su ruta siempre estuvo penetrada en lo mas interior de su propio ser. Aprendió que con el pasar de los años se conoce mejor los mares, se aprende del silencio, de las ondas del agua, de las señales del mar, que ese camino que no era el mas fácil, pero era el que realmente lo llevaría a destino, al encuentro de ese tesoro que no tenia monedas de oro y plata en su interior, ni mucho menos brillantes, solo tenia 4 piedras preciosas, y en cada una de ellas grabada una letra, la A, la M, la O y la R. Su destino estaba marcado, había dejado de ser un pirata
APLAUSOS AMIGA MUCHOS APLAUSOS Y BESOS ABRAZAOS POR DARNOS ESTA HISTORIA TÁN BONITA.
ResponderEliminarHola, bonito blog....
ResponderEliminarespero puedas visitar el mio
VAGINAS UNIDAS !!!